"...QUE DE LA MAGLIO..."

Salir dormido el segundo tiempo perjudicó a Gimnasia de Jujuy, pero la pésima actuación del árbitro, Carlos Maglio, definió un partido que el equipo norteño podría haber controlado, dado el resultado parcial, finalizado el primer tiempo.
De esta forma, el Lobo perdió su tercer partido en cuatro fechas, con once goles en contra y, sólo, tres a favor.
Sin embargo, y a pesar de la congoja que trajo el resultado, el planteo de Gimnasia fue digno. Casi sin medios técnicos, en los primeros quince minutos, el equipo de Omar Labruna le robó la pelota a Lanús y ya con ella supo darle sentido al planteo táctico que su entrenador había dispuesto.
Pasada media hora del juego, César Carranza cruzó un zurdazo que Carlos Bossio no pudo desviar y Gimnasia, en esplendor y actitud, bailó al local durante diez minutos más, a partir de la ventaja; en ese lapso llegó, luego de una excelente maniobra colectiva, el segundo gol, con otro zurdazo de Fábio Pieters. Lanús era un nudo en la garganta.
Un desafortunado rebote le dio el descuento al local, por medio de José Sand y Lanús se alzó de agresividad para actuar ofensivamente para el segundo tiempo.
Rápidamente, Sand empató el match y desde dicho derechazo, al palo derecho de Nereo Fernández, los dirigidos por Luis Zubeldía arrasaron con su rival desmoralizado y pisoteado, luego del bochornoso penal que le cobró a Federico Acuña, discutible contacto en básquet, no en fútbol. ¡Ah!, Sand. Bombazo al medio. Tres a dos.
Más allá de esto, los segundos tiempos de Gimnasia han sido muy pobres. No se nota desgaste físico, pero sí desmoronamiento anímico que aporta, sin dudas, para cualquier resultado negativo.
Los ingresos de Claudio Fileppi y Jorge Luna contribuyeron para jugar rápido y por abajo, pero sin profundidad, dejando sin efecto el ingreso improductivo de Juan Arraya.
Gimnasia desaprovechó el segundo tiempo, se metió en su área y por malas decisiones del juez perdió un partido ganable, por las circunstancias que el primer tiempo dejó. Falta concentración y confianza.
Ignacio Alabí

